- Necesito verte el rostro. Conocerte.
- Nadie conoce a nadie – le decía bajo la penumbra,
escondiendo su rostro-.
- ¿Cómo puedes afirmar eso en la era de la Comunicación ?
- ¡Celulares! ¡Internet! ¿Cuándo fue la última vez que has
mirado a alguien a los ojos?
- Quizás sea una de las razones.
- ¿Una de las razones de qué?
- De que me quiera ir contigo. En el fondo estamos solos en
este mar de desconsuelo. Puedes estar frente a una gran sonrisa pero nunca
sabes que sucede dentro de su cerebro.
- Venir conmigo es muy fácil. Sólo debes estar dispuesto.
Sobretodo convencido. Cuando este avión levanta vuelo, nunca vuelve a bajar.
- Eso es lo que quiero. Dejar la prisión.
- Si quieres dejar la prisión, sólo debes darme la mano.
Sino es ahora, será luego. No es necesario que viajes ahora. Quieras o no,
deberás viajar. Todos deberán viajar.
Hubo un instante de silencio que pareció eterno.
- Nadie te obliga a que vengas. Percibo tu miedo. Mejor será
que me vaya.
- No – le dijo firme-.
Y le tomó la mano. Fuerte. Muy fuerte. Tan fuerte que hizo
ruido. El ruido llegó inclusive hasta aquellos oídos que no escucharon. Que no
escuchan ni escucharán. Algunos se sorprendieron. La mayoría se hacía preguntas
sin sentido. Desconcertados ante un viaje que juzgaban prematuro. Juzgaban. La
mayoría hablaba de su muerte. Unos pocos pensaban en que era sólo un viaje en
busca de libertad. No sabía donde iba, pero sí lo que dejaba atrás. Pensaban en
una despedida. Dura como toda despedida. Y le desearon, no sin llorar, no sin prometerle
un recuerdo eterno, un buen viaje. Le desearon un buen viaje.
*ojalá
sea como la escondida y el último nos salve a todos..
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