(A mi hermana Karen Love you whenever we’re together, love you when we’re apart)
Mandar a volar las butacas del día anterior fue un acierto que le sumó rock a esta noche donde el rock and roll desborda el Luna Park. Después del breve pero hermoso set de Fernando Blanco (merecidísimo telonero, coautor del genial The Beatlend junto a Sergio Marchi), la ansiedad se agiganta. Ringo Starr no viene fácil. No sólo porque esta es la primera visita del Señor de los Anillos a Argentina sino porque se apagan las luces y Ringo no está. La banda comienza a tocar It don´t come easy, incluso canta el primer verso y recién en ese momento Ringo entra…corriendo. Ante la ovación, saluda con sus clásicos dedos en V, toma el micrófono, canta y baila. Antes de Honey Don´t dice “Olé, olé, olé… ¡Argentina!”. En el medio de Choose Love (love, love, love, love) se sienta en su trono baterístico. No al comienzo. En el medio. Esta es una constante en su show, Ringo va y viene de la batería.
En muchos temas Ringo ni siquiera canta sino que cede el lugar a los miembros de la All Starr Band para que muestren aquellos temas por los cuales pasarán a la historia. Así se destaca Rick Derringer (guitarra y voz) con Hang On Sloopy, Wally Palmar (guitarra y voz) con What I Like About You y, sobretodo, Edgar Winter con Frankenstein. Un instrumental de casi diez minutos en donde Winter alterna entre teclado, saxo y percusión. ¡Y Ringo ni siquiera está en escena! Antes de Dream Weaver, hay tiempo para recordar a George Harrison cuando Gary Wright (teclados) cuenta en castellano que conoció a Ringo cuando grabaron en All Things Must Pass y que un viaje a la India con el guitarrista, lo inspiró a componer su canción. La banda se completa con Mark Rivera (saxo y percusión), Greg Bissonette (batería) y Richard Page (bajo). Entre todos, tocan viejas glorias que nadie se imaginó que alguna vez sonarían ante un Luna Park repleto.
Como era de suponer, nada se compara a la euforia que se produce cuando Ringo canta temas que hacía con The Beatles. Dedica I Wanna Be Your Man a todas las chicas y dice que, si no conocen el tema que sigue, están en el concierto equivocado antes de que todo el estadio salte y cante ante Yellow Submarine. Preguntó si alguien quería hacer un pedido y todos gritaban “Octopus’s Garden” (que ya no toca). Pero, justo en ese momento, alguien le tira algo chiquito y Ringo dice “No, no, no”. Queda la incógnita de si la hubiese hecho de no ser por el desafortunado hecho (por no decir “tremendo pelotudo”). Igualmente arrancó con la inmejorable tríada final: Photograph (aquel número uno que compuso con George), Act Naturally (¡la que cantaba presentándose a sí mismo!) y, por supuesto, With A Little Help From My Friends (seguida del estribillo de Give Peace A Chance).
Grandes momentos de rock. Sin embargo, la fotografía que yo me llevo del recital para cuando los años pasen y nos volvamos viejos es la de Ringo sentado a la batería sin tocar ni hacer nada. Derringer se manda un solo de aquellos y Ringo sólo espera. Me recuerda los lugares que solían visitar. Lo veo en el Luna sentado esperando y lo imagino sentado esperando pero en Abbey Road, a que los demás dejen de pelear porque Ringo sigue siendo el predicador del amor y la paz, el que te dice que no importa lo que elijas, que elijas amor. Durante estas casi dos horas y cada vez que su música suena a través del universo logra que olvides el pasado y toda su tristeza. Para lograrlo, todo lo que tiene que hacer es actuar naturalmente.
Ringo Starr and His All Starr Band. Luna Park. Martes 8 de noviembre de 2011.